lunes, 20 de agosto de 2012

Pirineos día 5- El Cañon del Añisclo (y hasta la próxima)


05 de agosto de 2012

Crónica por Juan       

Si caes siete veces, levánTATE ocho. Proverbio chino

            Un estruendo, procedente de la cama de al lado, me despierta. Después de cuatro días el sonido ya me es familiar; y también el olor.
            Rápido entro al baño pues en breves momentos será ocupado por mi compañero Víctor con una de sus 8 habituales visitas a roca. Es como José Coronado pero en guapo.
            La escena se repite todos los días:
            - Me voy al wc a ducharme.
            - Vale, luego entro yo.
            - ¿Pero ya vas a …........? Acuérdate de, cuando acabes, encender unas cerillas (para disimular el olor).
            (Por si alguien entiende mal el diálogo, explico que para cuando entra Víctor al wc, yo ya he salido, ¿eh?)

            Hoy todos nos tomamos las cosas con más tranquilidad; bueno, todos menos uno que ya es prácticamente imposible que se lo tome con más pachorra. Ayer se decidió por mayoría, con mi voto en contra, no hacer hoy la ruta endurera que estaba prevista. Argumentaron los endebles de mis compañeros, y poniendo como pretexto a Ramón, que recorrer la ruta y después conducir hasta Logroño iba a ser mucha caña para el chofer pudiéndose ver, además, comprometida nuestra seguridad y la suya.
            Excusitas, diría yo. Bien es cierto que cuatro rutas seguidas por esta zona cAinsan un poco, pero no es para tanto. Vamos, para que me entendáis: que hicieron el cocoguagua.
            Diego, el bello durmiente (¿o, vistas las fotos, es el dálmata durmiente?), se despereza minutos más tarde. Quizás el hecho de dormir solo, a pierna suelta y en cama de matrimonio, le relaje en exceso; o quizás anoche le dieron las tantas en el balcón fumando unos pitillos mientras hablaba a su chica con su flamante Samsung.
            Me temo que, a su edad, todavía sigue con eso de:
            - Venga, cuelga tú.
            - No, tú.
            - Bueno, pues los dos a la vez, a la de tres. ¿Vale?
            - Una, dos y tres.
            - Eres tonto, no has colgado.
            - Ni tú.
            - Bueno, esta vez sí que cuelgo a la de tres.
            - A la de una, a la de dos y a la deeeeeeeeeee tres.
            Riiiiing, riiiiing, riiiiing.
            - Dime mi amor.
            - ¿Por qué me has colgado?
            - ¿No habíamos quedado que a la de tres?
            - Jo, pero pensaba que no me ibas a colgar, ¿es que ya no me quieres?
            - Claro que sí, mi cielo.
            - Bueno, cuelga tú.
            - No, cuelga tú.
            - ¿A la de tres? ………….
            En fin, ¡¡¡qué bonito!!!

            Desconozco el contenido de esas eternas conversaciones telefónicas de Diego con las que siempre acababa el día, pero me llama poderosamente la atención que a la mañana siguiente, día tras día, lo primero que me preguntaba casi antes de saludarnos era que cuántos polvos echaba yo, pues decía estar descontento con los que él echaba.
            Como seguro que entre los lectores los hay alguno con la mirada sucia y la mente calenturienta, tengo que aclarar que los polvos a los que me refiero son los utilizados para preparar la bebida isotónica.
            Que sepáis también que se le permite a Diego el privilegio de dormir solo para evitar oír sus “suaves” ronquidos, de los que, tras cuatro viajes juntos, no terminamos de acostumbrarnos.
            Mientras tanto, en la habitación de al lado, donde cohabitan Tate y Ramón, sabe Dios lo que estará pasando.
            Al poco tocan a la puerta de nuestro apartamento y salgo a abrir:
            Toc, toc, toc.
            - Hola Tate, ¿qué tal?
            Sin anestesia lanza un grito que termina de despertarnos.
            - ¡¡¡Venga Mireia, vengaaaaaaaa!!!
            La verdad que imita con asombrosa similitud los graznidos de la periodista de televisión animando a nuestra condecorada nadadora. Le sale calcado. Aunque, sin duda, su mejor faceta es la de contar chistes. En la primera oportunidad que tengáis pedidle que os narre el chiste del daltónico. Seguro que no os arrepentís. A    me  d jó   in   al br s  cu nd   m   lo   on ó.
            Quedamos en vernos en el restaurante mientras desayunamos.
            En el comedor hay buffet de desayuno. Tate es el único que se prepara un desayuno cardio saludable. Los demás como si no hubiésemos comido en la vida.
            Terminado el desayuno Los Serrano (los llamo así porque viven en la sierra, no por el jamón) suben a su habitación a preparar las maletas. Nosotros, mientras tanto y por hacer tiempo, nos vamos a visitar otra vez el bello pueblo de Ainsa, no sin antessaludarel Boss una vez más a roca.
            Cargadas las bicis y las maletas en el remolque y coche, respectivamente, salimos del Hotel Apolo (que así se llama nuestro estupendo alojamiento de estos días) disparados como un cohete (chiste malo, lo reconozco) con destino a nuestro destino turístico del día: el Cañón del Añisclo.

            Así que, de regreso a La Rioja, dedicamos parte del día a visitar ese barranco magistralmente guiados por nuestro cicerone Monel de Gallinero(también apodado estos días como Mon El Ahuyentaperros).
            Impresionante desfiladero este del Añisclo, donde se suceden cascadas (de agua) y cañones (de rocas). La angosta y serpenteante carretera, caprichosa, discurre alternándose de un lado al otro del barranco. Esta indecisión de la carretera crea desconcierto en los asientos traseros del vehículo, en donde sus ocupantes se turnan de sus lugares para no perderse detalle del bucólico paisaje. A Ramón, el conductor, le prohibimos que también se vaya cambiando de sitio, si bien no podemos evitar que gire el cuello una y otra vez como si de la mismísima niña del exorcista se tratara.

            Con el humor que me caracteriza pienso para mis adentros: como se caiga el coche por aquí se hace “Añisclo”.
            Y tras la visita turística del lugar (ruta pedestre incluida), abarrotada de humanos, como diría el Sr. Elías, retomamos la marcha hacia nuestra ciudad. Durante el trayecto, mis compañeros de los asientos traseros se echan una cabezadilla, Ramón aguanta como puede despierto y Tate, su copiloto, sorprendentemente permanece callado. Yo aprovecho esta situación de relax para recordar algunos momentos de estos pasados días:
            Como, por ejemplo, el sofocante calor que pasamos el primer día, con temperaturas que superaron los 40 grados y yo pertrechado con las protecciones de codos y rodillas que días antes me dejó mi amigo Jorge (añorado compañero de anteriores andanzas beteteras). Al parecer, y viendo la cara de mis compañeros de aventuras, vestido de esta guisa (con las protecciones) debía dar muchaguisa.

            Afortunadamente surgió en el recorrido una poza que invitó a que nos bañáramos en pelotas. Cosa que, como sabéis, hicimos. Sin querer desmerecer los pompis de mis compis, debo confesar que en momentos así es cuando más echo en falta que en el grupo no vengan chicas. También tengo que confesar que es la primera vez en todos los años de mi vida que me fotografía un tío en bolas y que realmente miro al “pajarito” para que me haga la foto. Queda excusado el fotógrafo por la flacidez de su miembro porque, verdaderamente, ese día hacía tal calor que se caían los “pájaros”.
            Recuerdo, igualmente, cómo durante gran parte de la segunda ruta Ramón me tuvo en vilo. Y es que este amigo, un todo-terrero que lo mismo se introduce en una sima como que se subeensimade un monte, tras sus gafas con cristal de espejo esconde unos ojos traicioneros y sonrientes que están imaginando (y maquinando) la siguiente emboscada por la que nos va a meter. Y es que me ocultó hasta el último momento por dónde íbamos a bajar de los Miradores de Ordesa. Bajada imposible según los humanos del lugar. Al final no fue para tanto. Por otra parte, viendo la decisión y valentía con la que este jovenzuelo baja las sendas, puedo sentenciar que no es un gallina a pesar de frecuentar el Gallinero
.
            Esta facilidad para descender sendas también es patrimonio de mis otros compañeros Diego y Víctor, que las bajan con una rapidez y naturalidad solo comparable con la rapidez y naturalidad con que Patricia Conde se pone un Tampax.
            Y recuerdo que me dio “peña” que se acabara la preciosa ruta de la Vuelta a la Peña Montañesa, a pesar de que en ella sufrí mi única caída en todos los días. No por ello, tuve la oportunidad de comprobar que esta modalidad de bicicleta de montaña se llama Enduro porque cuando te caes de la bici, en el 98,35% de las veces caesen duro.
            También me acuerdo que ese día descubrí que una cualidad, que hasta ahora solo creía exclusiva de dos componentes de la extinta Ordanzasenbtt, también la posee mi amigo Tate: habla hasta por los codos. Además es como una enciclopedia andante, y lo mismo te da una charla sobre la oveja chamarita, como de las cucharas de boj, o de la fermentación del queso, o de la propiedades de la espuma anti-pinchazos, o de la configuración de los Gps, o de...........; y si no que se lo pregunten al pobre abuelete del pueblo de Senz, que todavía está recuperándose de lachapa” que le metió.

            Pero sin duda, lo que más me impactó y se me quedó grabado de este día fue ver a una persona subir un duro puerto sobre su bicicleta de montaña pedaleando, con esfuerzo titánico, solamente con la pierna izquierda pues la derecha la tenía amputada. ¡¡¡Ole sus cojones, pundonor, fuerza de voluntad, etc., una y mil veces!!!
            La grandiosa ruta del Valle del Pineta me enseñó, sin duda, que debo aprender a llevar la bicicleta sobre mis hombros. Subir 200 metros de desnivel empujando la bici a través de un sendero pedregoso requiere una técnica que he de depurar. (O dejo de salir con Ramón, que también es otra opción).
            Muchísimos más recuerdos se agolpan en mi memoria. Recuerdos que, seguramente, se irán rememorando en sucesivas reuniones gastronómicas y rutas beteteras.
            Llegamos a Logroño con lluvia y bajas temperaturas. Es curioso, hemos tenido que venir de los pirineos para ver llover y pasar frío.
            Y aquí damos por finalizado nuestro viaje del que acabo muy satisfecho, habiendo superado con nota (creo) mi bautizo barra estreno en la modalidad betetera de enduro y orgulloso, como no, de haber sido nombrado limpiador oficial de gafas.
            Han sido unos intensos días disfrutando de paisajes increíbles, rutas espectaculares, risas, muchas risas y, sobre todo, de unos compañeros extraordinarios. Compañeros con los que, os aseguro, la diversión está garantizada.
            Y ya que empecé esta extensa (pido mis disculpas) crónica con un proverbio, quiero acabarla con una cita del moralista francés Nicolas Chamfort:
            El día peor empleado es aquél en que no se ha reído.


FOTOS AQUI:

Y AQUI: