Día 4: Caro-Arnes-Beceite
Distancia: 56km
Desnivel: 947mt
IBPindex: 86
Crónica por Diego
Último día de ruta. A pesar de
los milagrosos efectos de los sobres mágicos de Ramón, que nos han aliviado
mucho las agujetas los días anteriores, los días y los kilómetros van pesando y
hoy las piernas están muy tocadas de la ruta de ayer.
La mañana está fresca en el fondo
del estrecho valle a la sombra del monte Caro, que se eleva imponente sobre
nuestras cabezas. Tras unos metros rodando por la urbanización, pronto cogemos
un camino que sube en fuerte pendiente. Tenemos que salvar los 300 metros de desnivel
que nos separan de la pequeña meseta conocida como El Port.
Pronto ocupamos cada uno nuestra
posición; ellos por delante y yo el último. En seguida ganamos altura y podemos
ver las formaciones rocosas tan características de esta zona.
Parece que por fin vamos a ser
sólo cinco en la ruta, y que la Bruja Avería
se ha olvidado definitivamente de nosotros. Pero en una de mis “paradas
técnicas” (para recuperar el resuello) creo ver una sombra amarilla entre los
árboles. Es temprano y todavía no hace calor que provoque alucinaciones, y
aunque la subida es dura tampoco es lo suficiente como para provocar visiones,
así que deduzco que es un ciclista que sube a toda leche.
Continúo a mi ritmo hasta
reencontrarme con mis amigos que esperan pacientemente. Y al poco rato aparece
la sombra amarilla, que corresponde a María, una biker local que ha subido sin
despeinarse.
Tras charlar un rato con ella
continuamos cada uno por su lado, lo que provoca cierta tristeza en algún
miembro enamoradizo del grupo.
El camino se interna en el pinar
y rodamos a buen ritmo y tras una curva cerrada el camino coge pendiente y
empezamos a bajar, y seguimos bajando rápidos hasta perder todo el desnivel que
habíamos ganado.
Volvemos a subir aunque la
pendiente es más llevadera. Los miembros más enamoradizos han tirado fuerte
para alcanzar a María (ya lo dice el refrán, “Tiran más dos bicicletas que cien
carretas”), cosa que consiguen y que les produce un fugaz pero intenso deleite.
En la encrucijada donde se
separan definitivamente nuestros caminos nos despedimos de Fulanita y subimos
hasta la pequeña meseta. El paisaje cambia y del pinar hemos pasado a un páramo
en el que restos de antiguas construcciones nos hablan de un pasado mejor.
Abandonamos el camino par
continuar por un sendero casi sin desnivel que vuelve a adentrarse en el pinar
y por el que es una delicia rodar. La senda se aproxima a un cortado desde el
que disfrutamos de unas hermosas vistas de la zona por la que vamos a pedalear
(aunque en ese momento no lo sabemos y casi mejor, porque tenía pinta de ser un
barranco sin salida)
A partir de ese momento y durante
un km. y medio la senda es dura, con muchas piedras y tierra suelta, así que
cada uno baja como puede y quiere. Algún paso es especialmente delicado.
Afortunadamente no hay caídas de importancia, tan sólo algún moratón.
Al terminar la senda la pista
pasa en la vertical de donde estábamos hace un par de minutos, pero casi 100 metros por debajo.
La pista es rápida y en seguida llegamos a una zona de acampada con fuente y
mesas, así que decidimos parar a comernos el bocadillo.
Tras el descanso continuamos por
una bonita senda que discurre paralela al Riu dels Estrets, un río de aguas
cristalinas que va descendiendo formando tranquilas pozas. Increíblemente, y a
pesar de mis sugerencias, nadie se decide a parar y darnos un baño. Alberto (de
la organización de Pedales de los Ports) nos había comentado que había zona de
baño más adelante, así que me armo de paciencia y seguimos pedaleando.
La verdad es que la senda es muy
bonita y discurre por una zona frondosa con la vegetación típica de la ribera
de un río.
Pero de pronto surgen a ambos
lados unos farallones rocosos que estrangulan cada vez más la senda. Un pequeño
reducto de pinos flanquea el sendero, pero al poco rato desaparecen quedando
tan sólo manchas de vegetación que aportan una nota de color sobre el gris de
la roca.
La profundidad del cañón aumenta
espectacularmente hasta que el río y la senda (que realmente es una conducción
de agua aprovechada cono senda) quedan totalmente encajonados al fondo de un
cañón de más de 100
metros de desnivel.
El río discurre sobre la roca,
creando infinidad de pozas aprovechadas por los lugareños como zona de baño
natural. Seguimos pedaleando pero parece que ninguna poza les parece adecuada.
Vuelvo otra vez a sugerir parar a
darnos un baño, en repetidas ocasiones. Insisto. Insisto. Les recuerdo que es
el último día y la última oportunidad para darnos un baño. Pero parece que el
calor les ha afectado al entendimiento. El cañón (y las pozas) está a punto de
terminarse y nadie hace ademán de pararse. Así que opto por la rebelión. Me doy
media vuelta, dejo la bici en la senda y comienzo a bajar al cauce del río
donde hay una poza grande y vacía.
Al poco rato veo que todos han
dado media vuelta y siguen mis pasos.
El baño fue espectacular, con el
agua transparente a la temperatura adecuada y los peces nadando a nuestro
alrededor sin apenas inmutarse por nuestra presencia.
Después del remojón, continuamos
nuestra ruta. La senda continúa durante unos dos km más y tan repentinamente
como se hundió en el fondo del barranco, en cuanto deja atrás la zona rocosa sale
de él, encontrándonos de repente en medio de campos de cultivo con almendros y
olivos.
Con un sol y un calor de justicia
llegamos al pueblo de Arnes a eso de las dos y media. Tras sellar en el punto
de control (aprovechando que el punto de control está en un bar nos apretamos
una buena jarra de cerveza cada uno) continuamos dirección Beceite por pistas y
caminos asfaltados. Son tan sólo 14
km. con muy poco desnivel, pero a estas alturas cada
repecho se convierte en un martirio, sobre todo teniendo en cuenta la
temperatura tan alta que hacía.
Finalmente llegamos a Beceite a
las 4 de la tarde, después de haber recorrido en cuatro días más de 200 km con unos 5.400 metros de
desnivel. Cuatro días de paisajes impresionantes, de calor, sol, niebla, lluvia
torrencial y algún rayo que cayó cerca. Cuatro días de compañerismo y de
amistad, de risas y esfuerzo físico, de buenas cervezas y mejores tertulias, en
los que las averías mecánicas han podido ser solventadas y afortunadamente no
ha habido caídas con consecuencias. Como en años anteriores, unas soberbias
vacaciones.
Nos vemos en la próxima.