lunes, 1 de septiembre de 2008

Dornelas do Zezere-Ribeira

Crónica por Juan “Tom-Tom”

Día 5

Martes, 29 de julio de 2008 (Terça-feira)

Distancia: 66Kmt.

Acumulado ruta: 351Kmt.

Desnivel acumulado: 2025Mts.

Perfil


Track

Dornelas do Zezere-Ribeira

El día comienza con mejor estado de ánimo que como acabé ayer. Afortunadamente han desaparecido los fantasmas que durante la última parte del día me hicieron plantearme seriamente abandonar esta aventura o, al menos, atajar por algún tramo de carretera para evitar las temibles etapas de montaña que faltaban. En teoría muchísimo más duras que la pasada.

Ayer, debo confesarlo, se aliaron estado físico y anímico para brindarme uno de los tramos más duros que yo recuerde en mi vida como ciclista betetero. Pero como decía arriba, afortunadamente todo pasó y el nuevo día discurrió como sigue.

Como cada jornada nos levantamos pronto (7.30 h.) con la buena intención de empezar a pedalear aprovechando las primeras y frescas horas del día y, como siempre, esto no se cumplirá. Al contrario, cada día aprovecharemos más las últimas horas del día para pedalear.

Amenizo a mis compañeros (como presagio de lo que fue) con la canción de Serrat que dice: “hoy puede ser un gran día, plantéatelo así…”, también con otras canciones y anuncios varios y entre ponte bien y estate quieto, plantar el pino, recoger la colada, ver por televisión -cómodamente sentados en los sofás de nuestro estupendo alojamiento- las habilidades de unos bikers con comentarios incluidos de nuestro experto en la materia (Jorge), etc. salimos de casa una hora más tarde.

Después la rutina de todos los días: Colocar las alforjas en las bicis, limpiar y engrasar la cadena e hinchar ruedas.

Total, a las nueve menos cuarto empezamos a pedalear pero no duraremos encima de la bici ni diez minutos porque, claro, hay que desayunar. Localizamos un bar-tienda en el mismo pueblo (gracias a Dios que conseguí convencer a Jorge de no ir a desayunar al restaurante donde habíamos cenado, porque éste se encontraba a un kilómetro a las afueras del pueblo en un cuestón impresionante y, en contra de lo que él decía, fuera de la ruta que hoy deberíamos seguir).

Cafés, zumos, bollería y fruta son tranquiiiiiiilamente devorados en la terraza de la tienda-bar en donde, para dar más ambiente a nuestro estresante ritmo, la joven del establecimiento nos abre las sombrillas de las mesas no sea vayamos a coger una insolación.

También adquirimos alimentos varios para almorzar.

Por suerte hoy no hay que ver piedras (castillos) y, por fin, a las diez menos cuarto iniciamos la marcha pero, sin llegar a salir del pueblo, nos detenemos para la habitual foto de salida.

Salimos de Dornelas do Zezere por carretera ascendente que enseguida dejamos para tomar una pista con mucho desnivel entre un pinar que ha sido pasto de las llamas (como muchas zonas de las que hemos recorrido). La pista acaba en una fortísima rampa para unirse a una carretera que parece venir del pueblo que acabamos de dejar. Yo aprovecho para contribuir en la reforestación de tan desolado paraje y me detengo a plantar un pino. Seguimos subiendo varios kilómetros por asfalto. En lo alto de la subida abandonamos la carretera y cogemos una pista que va a media ladera. Desde aquí tenemos durante un buen rato una privilegiada vista de una importante explotación minera (Barroca Grande).

A estas alturas de la ruta Víctor ya lleva perfectamente descolocadas las alforjas de su bici. Asimetría que le acompañará durante toda la ruta.

Enlazamos con una carretera por la que descendemos hasta Meãs no sin antes pararnos en una Ermita donde aprovechamos para reponer fuerzas y hacer algunas foticos.

En Meãs nuestro zahorí Jesús localiza una fuente y nos cargamos de agua. Salimos por carretera ascendente e iniciamos el segundo puerto del día. Sin llegar a culminar la subida dejamos la carretera para adentrarnos en una pista que sigue subiendo. Sospechamos que al final la pista se va a unir con la carretera por lo que miramos de reojo a ésta, pero estamos decididos a seguir el trazado del GR.

Efectivamente arriba pista y carretera se unen. Allí, en lo alto, un retén de incendios nos reconoce. Son los que el día anterior acudían a sofocar un incendio y bajaban con su todo-terreno a toda velocidad por la misma pista que nosotros subíamos y que, de poco, se llevan por delante a todos mis compañeros si no llega a ser por las indicaciones que les hice.

Ya en la carretera descendemos rápidamente hacia Covança. Llegamos a esta localidad y paramos con la intención de almorzar algo. Nos alegramos (sobre todo Jesús) al saber que este pueblillo tiene bar. Entramos en el establecimiento y es como un oasis en el camino. El local es atendido por una señora mayor que grita mucho y en la cocina otra –que parece monja- le ayuda. También hace las funciones de tienda y de salón social. Tiene un espacio muy amplio con mesas y un futbolín. Hay una cuadrilla de jóvenes almorzando (o comiendo) y cuatro abueletes en otra mesa. Éstos gritan también muchísimo y parece que estuvieran discutiendo por algo. Diego, que cuando el hambre le aprieta habla portugués mejor que nadie, se aclara con la señora de la barra y consigue que nos preparen para almorzar macarrones con carne estofada de cerdo y ensaladas. También nos dan a probar carne de choto que, dicho sea de paso, estaba muy buena. Todo lo acompañamos con varias cervezas y vino. Acabamos con helados, café y orujo casero de miel. El precio de todo ello de escándalo.

Y así, sin priiiiiiiisas y después de dar con este tentempié, salimos de Covança en ligero descenso para, entre algún que otro sube y baja, afrontar el tercer puerto del día. En un sube de aquéllos Víctor y yo nos equivocamos de camino y nos metemos en un repecho un calentón de muy padre señor mío. Mientras tanto nuestros compañeros con la risa contenida nos esperan en el camino correcto.

Llegamos por una pista a Fornea y tomamos la carretera para iniciar la larga subida. Ésta se hace muy pesada. Arriba, una vez coronado el puerto, nace a mano derecha una pista que sube más y más y que en su inicio un letrero pone: “Piodão 4x4”. Jejeje, está claro, evidentemente nosotros hemos de ir por allí.

Por fin empezamos a descender hacia Piodão. El descenso es largo, por pista y muy bonito. No llegamos a descender casi 1 kilómetro hasta la localidad porque hemos decidido alargar la etapa hasta Vide y bajar hasta Piodão supondría luego tener que subir otra vez ese duro kilómetro para ir hacia nuestro destino. Hacemos no obstante una parada en un estupendo hotel con Spa que hay en ese lugar para reponer líquidos y enseguida salimos para subir el cuarto puerto del día.

El principio es por asfalto pero pronto nos metemos en una pista a nuestra derecha que poco a poco va perdiendo inclinación. La pista va por media ladera y permite rodar algo más rápido. Las vistas del valle son espectaculares. Al fondo ya divisamos parte de lo que subiremos mañana y que será el techo de nuestra ruta (Parque Natural de Serra da Estrela -1600mts-) Nos despistamos y pasamos el cruce en el que deberíamos coger la pista que baja a Vide. Cuando nos damos cuenta ya hemos iniciado el descenso por otra pista por lo que no queda más remedio que retroceder cuesta arriba.

Aquí Diego pincha el tubelés trasero. Una vez reparada la avería bajamos a Vide por una pista algo peligrosa y con fuerte inclinación. Algunos frenos huelen a quemado.

Vide parece, como todos, un pueblo semi-desierto. Jesús recorre sin éxito todos los rincones del pueblo en busca de alojamiento. A Jorge se le empezaba a hacer la boca agua pensando que, por fin, íbamos a dormir en las colchonetas a la orilla del río cuando al final una mujer que se dispone a abrir su bar nos indica que en el pueblo de Ribeira, en la Bomba de Gasolina (gasolinera), hay alojamiento.

Ribeira (cuya masa forestal que le rodea se encuentra arrasada por un incendio que se produjo hace tres años) se encuentra fuera de nuestra ruta a casi seis kilómetros de distancia de Vide y, como no, cuesta arriba. La señora del bar nos hace el favor de llamar por teléfono a la gasolinera para comprobar que efectivamente hay alojamiento. Y así, como postre, encaminamos nuestras últimas pedaladas por el quinto y último puerto del día.

Son las diez menos cuarto en España –como decía al principio, aprovechando las últimas horas del día- cuando después de recorrer más de 63 kilómetros en más de cinco horas y media de pedaleo, coronar cinco puertos y salvar un desnivel de más de unos 2000 metros, llegamos a Ribeira.

Nos alojamos en las habitaciones del Hostal de la gasolinera previo sorteo de las mismas. Diego, Víctor y yo, en habitaciones individuales; Jorge y Jesús juntos en una habitación doble. El precio: 15 euros por habitación.

Después de ducharnos -y algunos hacer la colada-, nos tomamos infinitas cervezas hasta que nos avisan para entrar al comedor a cenar. La cena: Ensaladas, carne y arroz, flan, cervezas, vino, gaseosa y un copazo de aguardiente de aproximadamente 100º que ninguno fuimos capaz de terminar. La cena nos la sirvió un diligente hombrecillo que nos miraba como cuando le hablas a un perro. Parecía que nuestras palabras le llegaban a sus oídos con tres segundos de retraso.

Y así, con el estómago lleno, acabó este quinto día de aventura. A las doce de la noche nuestros cuerpos serranos reposaban plácidamente en las “colchonetas”.

Serrat acertó con la canción y fue un gran día.



2 comentarios:

Tiaguss dijo...

Vejo que gostaram desta grande rota no interior de Portugal. Um abraco

Pedalseronia dijo...

Terminar el blog porfa.... que me teneis es ascuas, haber si para la próxima primavera puedo yo tambien hacer semejante hazaña y disfrutar al menos tanto como se nota que lo habéis hecho vosotros.

Un saludo desde Extremadura.