sábado, 16 de agosto de 2008

Castelo Novo-Dornelas do Zezere


Crónica por Jorge “Yors Mur”

Día 4

28 de Julio de 2008 Lunes (Segunda feira)

Distancia: 52Kmt.

Acumulado ruta: 285Kmt.

Desnivel acumulado: 1302Mts.

Perfil


Track

Castelo Novo-Dornelas do Zezere

Dormimos en Castelo Novo. Víctor y Diego comparten habitación, y este último deleita al “Boss” con un interminable concierto en solitario, que ni los tapones de oídos industriales consiguen atenuar. Juan y yo compartimos otra, y Juan tampoco se queda atrás con la concertina. Jesús duerme solo en la minisuite de dos plantas. Nos levantamos a las 7,30, desayunamos bien y abundante, y como siempre, salimos según lo “IMPREVISTO”, o sea 2 horas mas tarde de lo previsto. Averías de última hora, esos “pequeños poros” que tiene los “tuleves” de algunos y que obligan a inflar cada poco tiempo, por lo que salimos a las 10,30 h. Durante este tiempo, Juan “el rápido” ha seguido cultivando su paciencia, cual monje tibetano.

Subimos al castillo, que ésta vez está cerca, visita y fotos. Está reconstruido y es mas pequeño que los anteriores, por lo que nos impresiona mucho menos que los de Sorthela o Monsanto, que son mucho mas espectaculares.

Nos ponemos ya en ruta y deshacemos los últimos 3 km de la etapa anterior, para volver al recorrido circular. Como ya estamos avisados de ayer, pasamos la granja con perros “poco cariñosos” a toda leche, a “sálvese quien pueda”. Cruzamos por encima de la autopista, que nos parece pertenecer a otro mundo paralelo. Después de 3 días inmersos en la vida rural de Portugal, ver una autopista llena de coches a alta velocidad nos descoloca, “esto no va con nosotros”, y nos vamos, dejándola atrás.

Por fin reenganchamos el track donde lo dejamos ayer, y tal como les vengo diciendo a mis compañeros (yo llevo el roadbook, por lo que tengo información privilegiada) “es todo alicatrao y cuesta abajo”, así que no entiendo como cada día nos salen mas de 1000 o 2000 m de desnivel acumulado.

Bueno, pues como iba diciendo, para no variar, empezamos a subir. En el plano parece que es carretera, pero en realidad es una pista en buen estado. Los planos de la guía, están reducidos y algunos detalles no se aprecian bien, pero resultan imprescindibles para realizar la ruta, al igual que la guía de Inatel. Mis compañeros defendían el uso de GPS y tracks, y yo el de la guía con sus roadbooks y mapas, las señales de GR blancas y rojas y la brújula (si es que soy un romántico aventurero del siglo pasado). Al final gracias al uso conjunto de todos los recursos solucionamos los pocos despistes que tuvimos. Por tanto es recomendable el uso simultaneo de guía y GPS.

Víctor pincha, paramos todos a solucionarlo y Juan comienza a quejarse de la garganta. Juan, que ya te decía yo que eso de ir todo el día a pecho descubierto trae consecuencias, que venden camisetas interiores para absorber el sudor.

Ya se había levantado mal de la garganta, y a pesar de hacer gárgaras de limón recién exprimido (vaya limoneros y limones que había en el jardín de la casa), y al llegar a Louriçal del Campo encontramos una farmacia (que no estaba prevista en la guía, es del año 2000 y necesita una revisión) y en nuestro fantástico portuñol compramos unas pastillitas para su afección.

Jesús busca y encuentra aceite para la cadena, que ya lo habíamos gastado. Los caminos están muy, muy secos y hay mucho polvo, por lo que con el aceite de teflón especial para seco que llevábamos, aunque funciona bien, hay que reengrasar a menudo. Y empiezan las discusiones sobre que aceite es mejor.

Tras un buen repecho en un eucaliptal y con bastante calor, llegamos a San Vicente da Beira, el pueblo mas grande, que no quiere decir que sea grande, que visitaremos hoy. Son las 12 y aunque llevamos pocos km decidimos almorzar “por lo que pueda venir después”. Diego viene con media panadería (6 minihogazas y dos hogazas medianas) y los demás compramos embutidos, queso, frutas en una tiendecita de las que tiene de todo. Diego prepara un “minibocadillo” de mas de 1 kg, que repartimos. Está exquisito, el pan de los de antes, de levadura madre (el pan de esta zona de Portugal es buenísimo), los tomates muy sabrosos. Y de postre un buen melón. Ha sido más que un almuerzo, y con el sol calentando bastante, salimos. Como dice uno de los consejos más importantes para hacer deporte: “No hacer ejercicio en las horas centrales del día”, no le hacemos ni caso, y como cada día pedaleamos de sol a sol.

En una bajada Juan revienta el Tubeless. Su cara de alegría habitual se convierte en un gesto de gran preocupación. Es la hora de comer, hace un sol de justicia y el tiene el tubeless rajado y un buen llantazo. Le metemos una cámara y un trozo de tubular de carretera para proteger la raja del neumático, y asunto solucionado. Se queda mas tranquilo. ¡¡¡Si es que se preocupan por nada¡¡¡

Tras las habituales subiditas y bajaditas y pasando las pequeñas aldeas de Osaia de Fraga y Pereiros llegamos a Partida. Y aquí es donde realmente va a comenzar la “partida”, aunque a algunos les va a salir demasiado rápido el “Game Over” (jejejeje).

Son más de las 2 de la tarde y calienta demasiado el sol. Justo al comienzo de la subida encontramos un bar. ¡¡¡A por ellas, oeh¡¡¡, y las cervezas y panachés (cerveza con 7up) van cayendo de 5 en 5. El precio de risa , 0,50 el panaché y 0,60 ó 0,70 € la cerveza de tercio. Unos chicos que hay en el bar, al vernos disfrazados nos preguntan donde vamos, contestación: A Dornelas do Zézere. Pregunta: ¿por carretera, no?. Respuesta: No, por camino. No preguntan ni responden, solo se les cambia el gesto de la cara, se llevan las manos a la cabeza y nos dan a entender que estamos locos. Luego nos dicen que no se nos ocurra subir por el camino. Salimos del bar, y como es normal no les hacemos ni caso. Dentro de poco entenderemos sus caras de alucinados. El camino comienza con una rampa de mas del 10% que solo cambiará para aumentar el desnivel, hasta el 15 o 20 %. Así durante unos 2 km. El suelo está cubierta con una capa de polvo finísimo, suave como la harina, y de un espesor constante de unos 10 cm. Han pasado una maquina para alisar el camino y como no ha debido llover últimamente se ha convertido en una capa de polvo impresionante. Al calor sofocante, y al desnivel creciente se le une un piso complicado, por lo que mantenerse sobre la bici se convierte en un ejercicio de fuerza y equilibrio. Cada uno marcha a su ritmo, con todo metido desde abajo, y porque no hay mas. Voy en cabeza y consigo coronar la primera parte de 2 km sin bajarme de la bici. El esfuerzo ha sido bestial, mis músculos me lo recordarán los días sucesivos. Al poco rato aparece Diego, que también sube montado, y seguido Victor y Jesús. Este último se ha dedicado a aprender como se sube despacio, siguiendo la rueda de Victor, y llega satisfecho. Juan se ha tenido que desmontar, y eso le ha desmoralizado (jejeje, Juan, lo tenía que decir, para cuando tú nos recuerdes que en el puerto nos esperaste 25 minutos). Lo curioso es que hemos llegado en orden inversa a nuestras posibilidades físicas, los que mas andan han llegado los últimos y viceversa, y es que mantenerse sobre la bici en rampas tan bestiales, y con el peso de las alforjas, era complicado, por lo que la técnica ha influido bastante.

Ahora hay un pequeño descanso y se ve un cortafuegos que sube recto con un desnivel impresionante. ¿No es por ahí, verdad?, Decidme que no. Yo, que según el mapa estaba casi seguro que ese era el camino, les respondo con mi habitual: “No, si ahora es alcatrao (asfalto) y cuesta abajo”. Jesús va un poco “pajara” y sentencia que tiene que comer. A pesar de haber bebido mas de 1 litro de bebidas varias en el bar de partida y llenar los botes de agua, hemos agotado casi las reservas líquidas. Y todavía nos queda lo peor.

La segunda parte de la subida empieza con un desnivel alto, que poco a poco va aumentando hasta tramos del 23 %, y con un suelo de piedra suelta, que hace muy difícil el agarre de los neumáticos. Uno a uno vamos bajando de la bici ante la imposibilidad de subir todo montados. El que mas arriba llega es Víctor. Empujar la bici se hace bastante difícil por los resbalones continuos y el peso de las alforjas. Jesús se cambia las zapatillas de la bici por los deportivos. Avanzando lentamente, todos menos Juan que sube a velocidad de vértigo pateando, conseguimos llegar al último km en el que nos volvemos a montar sobre las bicis. Es que el desnivel ha bajado bastante, ahora solo será de un 10%. Juanito “Oyarzabal” vuelve de nuevo a coronar una subida más en primer lugar, aunque pateando mucho más de lo que le hubiera gustado. Hemos aprendido en nuestras carnes que los portugueses no saben hacer curvas, hacen los caminos con regla.

Al llegar al alto de Maeda, el calor sofocante se convierte en viento casi frío. El cordal está todo lleno de aerogeneradores. ¡¡¡Que horror¡¡¡Solo han sido 5 km desde Partida, pero ha sido el tramo que mas mella, sobretodo psicológica, ha hecho de todo el recorrido, y eso que hemos subido puertos peores. Quizá por ser la primera subida larga y dura, por el suelo en muy mal estado, por el calor, por tener que empujar la bici, por la hora, o por todo junto, pero la seguiremos recordando casi como la etapa más dura, a pesar de ser la más corta.

Y aquí no acaba la cosa. Tras llegar al collado, el cordal sigue subiendo y bajando por vertiginosas rampas, enlazando una cima tras otra. Hasta el más alto de todos, el Cabeço Alto a 1050 m de altura (no se podía llamar de otra manera). Sprint hasta el vértice geodésico (si es que somos como niños). Fotos, un viento terrible, alguna barrita y para abajo. Diego toma las de Villadiego y se lanza a tope, hasta que Víctor y Juan se dan cuenta que el track no va por ahí. Llamamos a Diego, silbatos, chillos, hasta que por fin nos oye. Tiene que volver a subir hasta arriba de nuevo, y no ha sido ni la primera, ni será la última que le pase. Diego, que la fuerza de la gravedad te pierde.

Retomamos el camino correcto y vemos una columna de humo a unos 2 km de donde estamos. Es el comienzo de un incendio y acaba de empezar. Es una pena lo que pasa en Portugal, una gran parte del terreno de montaña por el que pasamos y pasaremos estos días ha sido arrasado por el fuego en años anteriores, y aunque el paisaje aparece verde y vigoroso por los numerosos matorrales y brotes de pino que lo llenan, se siguen viendo los fantasmas carbonizados de multitud de árboles, pinos fundamentalmente.

Vamos en dirección contraria bajando por una carretera cuando vemos aparecer el primer helicóptero que acude al incendio. Nos desviamos de la carretera para tomar una pista en dura subida (no podía ser de otra forma). De repente, Juan nos avisa, y sin apenas darnos tiempo a retirarnos un vehículo todo terreno de extinción de incendios con la sirena a tope, baja a toda velocidad derrapando en las curvas, llenándonos de polvo, y lo que es peor, casi se nos lleva por delante. Nos quedamos parados, alucinados por la velocidad que llevaba (ni Carlos Sainz en sus mejores tiempos) y acojonados porque ha estado a punto de pasarnos por encima. Seguimos subiendo y buscando agua como desesperados, ya que desde Partida no hemos podido encontrar, y cualquiera le pedía al coche de extinción. La subida se hace cada vez mas dura y con un suelo muy pedregoso. La última rampa con desniveles de más del 10%, hace que “algunos” tengan que subir a pata. Terminamos y a nuestra espalda vemos como el incendio va a mas, la columna de humo es mucho mayor. Son las 5 y todavía no hemos comido y no nos queda casi agua, que llevamos un buen rato racionando. En lo alto de otra montaña vemos un cartel de “Punto de aprovisionamiento de agua”. Jesús y Diego se lanzan a buscarlo, pero están tan necesitados que no se percatan de que debe ser donde repostan los medios de antiincendios, y no una fuente. Comenzamos a bajar, y salvo un repecho suave ya son todo pistas en buen estado y en bajada hasta Alqueidao, por un bosque de pinos bastante interesante. A 1 km llegamos a Dornelas do Zézere, un pequeño pueblo a orillas del río del mismo nombre, Zézere. POR FIN.

Cada uno pensamos en nuestras cosas. Diego y yo queremos ir a bañarnos al río, Jesús habla de comer (menudo apetito tiene el chiquillo del grupo), quizá es porque son mas de las 6 y todavía no hemos comido. Víctor sigue con su buen conformar y todo le parece bien. Y Juan, calla. No ha llevado buen día, y sus motivos tiene.

Esta vez estoy seguro que lo conseguiré. Según mi guía en este pueblo no hay alojamiento y por fin tendremos que dormir en los sacos de dormir, a la intemperie, y bañarnos en el río, que eran los planes que habíamos hecho inicialmente. Así que mientras bebemos agua en la fuente y descansamos, Jesús dice que va a buscar algún sitio para dormir. Yo le digo, venga Jesús, a ver si encuentras algo, pensando esta vez va a ser que no. ¡¡¡Y el jodido va y encuentra¡¡¡ y viene acompañado de un ángel con una sonrisa cautivadora (también tenía otras cosas muy cautivadoras) que nos habla en un portugués muy dulce, pero que no entendemos nada. Bueno, Jesús se entiende en su perfecto español y los demás nos quedamos un poco atontados (será por el cansancio). Como hay que esperar a que arreglen la casa nos vamos junto al río ha comernos unos bocatas con lo que nos ha sobrado del almuerzo (pan, sardinas y queso). Nos saben a gloria. Volvemos a buscar la habitación y antes pasamos por la fuente-lavadero donde limpiamos las bicis a chorro a presión con el bidón. Mientras tanto una señora lava ropa a mano. Hemos visto en casi todos los pueblos lavaderos municipales, y aún los usan.

La casa es preciosa, nueva, y barata (25 € habitación sin baño y 35 con baño). Toda la casa, de tres plantas, es para nosotros, con un gran salón con terraza. Como viene siendo habitual, Juan hace de maestro de ceremonias en el reparto de camas, y…. me toca solo en una cama de matrimonio. BIEN, podré dormir sin tapones en los oídos.

Ducha, lavar ropa y a buscar la cena. Nos han dicho los de la casa que podemos cenar en un restaurante que también es de ellos, que está cerca, a unos 300 m. Empezamos a subir y el restaurante no aparece nunca, llevamos mas de un km y sigue sin aparecer. Por fin lo encontramos y las luces están apagadas. No será cierto que haya que volverse.

Nos asomamos y está abierto pero apenas está encendida una bombilla en la barra, por lo que desde afuera parecía cerrado. Es tarde, mas de las 9 y para los portugueses que cenan como los franceses, a partir de las 6, es la hora del cierre. El chico joven que lo regenta pone cara de pocos amigos al vernos. No sabemos si podremos cenar algo, pero al final nos sirven. Toda la familia se pone en marcha y nos preparan una suculenta y abundante cena en poco tiempo. Sopa de repollo (buen reconstituyente), ternera o cerdo, patatas y ensalada. Todo regado con las habituales y abundantes cervezas.

De vuelta a la casa y mañana será otro día. Ha sido una jornada corta en km, pero bastante intensa.


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