05 de agosto de 2012
Crónica por Juan
“Si
caes siete
veces, levánTATE
ocho”.
Proverbio chino
Un
estruendo, procedente de la cama de al lado, me despierta. Después de cuatro
días el sonido ya me es familiar; y también el olor.
Rápido
entro al baño pues en breves momentos será ocupado por mi compañero Víctor con
una de sus 8 habituales visitas a roca. Es como José Coronado pero en guapo.
La
escena se repite todos los días:
-
Me voy al wc a ducharme.
-
Vale, luego entro yo.
-
¿Pero ya vas a …........? Acuérdate de, cuando acabes, encender unas cerillas
(para disimular el olor).
(Por
si alguien entiende mal el diálogo, explico que para cuando entra Víctor al wc,
yo ya he salido, ¿eh?)
Hoy
todos nos tomamos las
cosas con más tranquilidad;
bueno, todos menos uno
que ya es prácticamente
imposible que se
lo tome con más
pachorra. Ayer se
decidió por mayoría,
con mi voto en
contra, no hacer
hoy la ruta endurera
que estaba prevista.
Argumentaron los endebles
de mis compañeros,
y poniendo como pretexto
a Ramón, que recorrer
la ruta y después
conducir hasta Logroño
iba a ser mucha
caña para el chofer pudiéndose
ver, además, comprometida
nuestra seguridad
y la suya.
Excusitas,
diría yo. Bien es
cierto que cuatro rutas
seguidas por esta
zona cAinsan un poco,
pero no es para
tanto. Vamos, para que
me entendáis: que hicieron
el cocoguagua.
Diego,
el bello durmiente
(¿o, vistas las fotos,
es el dálmata durmiente?),
se despereza minutos más
tarde. Quizás el hecho
de dormir solo, a
pierna suelta y en
cama de matrimonio,
le relaje en exceso;
o quizás anoche le
dieron las tantas en
el balcón fumando unos
pitillos mientras hablaba
a su chica con
su flamante Samsung.
Me
temo que, a su edad, todavía sigue con eso de:
-
Venga, cuelga tú.
-
No, tú.
-
Bueno, pues los dos a la vez, a la de tres. ¿Vale?
-
Una, dos y tres.
-
Eres tonto, no has colgado.
-
Ni tú.
-
Bueno, esta vez sí que cuelgo a la de tres.
-
A la de una, a la de dos y a la deeeeeeeeeee tres.
Riiiiing, riiiiing, riiiiing.
- Dime mi amor.
- ¿Por qué me has
colgado?
-
¿No habíamos quedado que a la de tres?
-
Jo, pero pensaba que no me ibas a colgar, ¿es que ya no me quieres?
-
Claro que sí, mi cielo.
-
Bueno, cuelga tú.
-
No, cuelga tú.
-
¿A la de tres? ………….
En
fin, ¡¡¡qué bonito!!!
Desconozco
el contenido de esas eternas conversaciones telefónicas de Diego con las que
siempre acababa el día, pero me llama poderosamente la atención que a la mañana
siguiente, día tras día, lo primero que me preguntaba casi antes de saludarnos
era que cuántos polvos echaba yo, pues decía estar descontento con los que él
echaba.
Como
seguro que entre los lectores los hay alguno con la mirada sucia y la mente
calenturienta, tengo que aclarar que los polvos a los que me refiero son los
utilizados para preparar la bebida isotónica.
Que
sepáis también que se le permite a Diego el privilegio de dormir solo para
evitar oír sus “suaves” ronquidos, de los que, tras cuatro viajes juntos, no
terminamos de acostumbrarnos.
Mientras
tanto, en la habitación de al lado, donde cohabitan Tate y Ramón, sabe Dios lo
que estará pasando.
Al
poco tocan a la
puerta de nuestro apartamento
y salgo a abrir:
Toc,
toc, toc.
-
Hola Tate, ¿qué tal?
Sin
anestesia lanza un
grito que termina de
despertarnos.
-
¡¡¡Venga Mireia, vengaaaaaaaa!!!
La
verdad que imita con
asombrosa similitud
los graznidos de la
periodista de televisión
animando a nuestra
condecorada nadadora.
Le sale calcado. Aunque,
sin duda, su mejor
faceta es la de
contar chistes. En la
primera oportunidad
que tengáis pedidle que
os narre el chiste del
daltónico. Seguro que
no os arrepentís. A m´
me d jó in
al br s cu nd m
lo on ó.
Quedamos
en vernos en el
restaurante mientras desayunamos.
En
el comedor hay buffet
de desayuno. Tate es
el único que se
prepara un desayuno
cardio saludable. Los demás
como si no hubiésemos
comido en la vida.
Terminado
el desayuno Los Serrano
(los llamo así porque
viven en la sierra, no
por el jamón) suben a su
habitación a preparar
las maletas. Nosotros,
mientras tanto y
por hacer tiempo, nos
vamos a visitar otra vez el
bello pueblo de Ainsa,
no sin antes “saludar”
el Boss una vez
más a roca.
Cargadas
las bicis y las
maletas en el
remolque y coche,
respectivamente, salimos del
Hotel Apolo (que así
se llama nuestro estupendo
alojamiento de estos
días) disparados como un
cohete (chiste malo, lo
reconozco) con destino
a nuestro destino turístico
del día: el Cañón
del Añisclo.
Así
que, de regreso a
La Rioja, dedicamos
parte del día a
visitar ese barranco
magistralmente guiados por
nuestro cicerone Mon
“el de Gallinero”
(también apodado estos días como
Mon El Ahuyentaperros).
Impresionante
desfiladero este del
Añisclo, donde se
suceden cascadas (de
agua) y cañones (de
rocas). La angosta y serpenteante
carretera, caprichosa,
discurre alternándose de un
lado al otro del barranco.
Esta indecisión de la carretera crea desconcierto en los asientos traseros del
vehículo, en donde sus ocupantes se turnan de sus lugares para no perderse
detalle del bucólico paisaje. A Ramón, el conductor, le prohibimos que también
se vaya cambiando de sitio, si bien no podemos evitar que gire el cuello una y
otra vez como si de la mismísima niña del exorcista se tratara.
Con
el humor que me caracteriza pienso para mis adentros: como se caiga el coche
por aquí se hace “Añisclo”.
Y
tras la visita turística del lugar (ruta pedestre incluida), abarrotada de
humanos, como diría el Sr. Elías, retomamos la marcha hacia nuestra ciudad.
Durante el trayecto, mis compañeros de los asientos traseros se echan una
cabezadilla, Ramón aguanta como puede despierto y Tate, su copiloto,
sorprendentemente permanece callado. Yo aprovecho esta situación de relax para
recordar algunos momentos de estos pasados días:
Como,
por ejemplo, el sofocante calor que pasamos el primer día, con temperaturas que
superaron los 40 grados y yo pertrechado con las protecciones de codos y
rodillas que días antes me dejó mi amigo Jorge
(añorado compañero
de anteriores andanzas beteteras).
Al parecer, y viendo
la cara de mis
compañeros de aventuras,
vestido de esta
guisa (con las protecciones)
debía dar mucha “guisa”.
Afortunadamente
surgió en el recorrido una poza que invitó a que nos bañáramos en pelotas. Cosa
que, como sabéis, hicimos. Sin querer desmerecer los pompis de mis compis, debo
confesar que en momentos así es cuando más echo en falta que en el grupo no
vengan chicas. También tengo que confesar que es la primera vez en todos los
años de mi vida que me fotografía un tío en bolas y que realmente miro al
“pajarito” para que me haga la foto. Queda excusado el fotógrafo por la
flacidez de su miembro porque, verdaderamente, ese día hacía tal calor que se
caían los “pájaros”.
Recuerdo,
igualmente, cómo durante gran parte de la segunda ruta Ramón me tuvo en vilo. Y
es que este amigo, un todo-terrero
que lo mismo se
introduce en una sima como
que se sube “ensima”
de un monte, tras
sus gafas con cristal
de espejo esconde unos
ojos traicioneros y
sonrientes que están
imaginando (y maquinando)
la siguiente emboscada
por la que nos
va a meter. Y es que me ocultó
hasta el último momento por dónde íbamos a bajar de los Miradores de Ordesa.
Bajada imposible según los humanos del lugar. Al final no fue para tanto. Por
otra parte, viendo la decisión
y valentía con la
que este jovenzuelo baja las
sendas, puedo sentenciar
que no es un
gallina a pesar
de frecuentar el Gallinero
.
Esta
facilidad para descender
sendas también es patrimonio
de mis otros compañeros
Diego y Víctor, que las bajan
con una rapidez y
naturalidad solo comparable
con la rapidez y
naturalidad con que
Patricia Conde se
pone un Tampax.
Y
recuerdo que me dio “peña” que se acabara la preciosa ruta de la Vuelta a la
Peña Montañesa, a pesar de que en ella sufrí mi única caída en todos los días.
No por ello, tuve la oportunidad de comprobar que esta modalidad
de bicicleta de montaña
se llama Enduro porque
cuando te caes de
la bici, en el
98,35% de las veces
caes “en duro”.
También
me acuerdo que ese
día descubrí que una
cualidad, que hasta
ahora solo creía exclusiva
de dos componentes
de la extinta Ordanzasenbtt, también
la posee mi amigo
Tate: habla hasta por
los codos. Además es
como una enciclopedia
andante, y lo
mismo te da una
charla sobre la oveja
chamarita, como de
las cucharas de boj,
o de la fermentación
del queso, o de
la propiedades de
la espuma anti-pinchazos,
o de la configuración
de los Gps, o
de...........; y si
no que se lo
pregunten al pobre abuelete
del pueblo de Senz, que
todavía está recuperándose
de la “chapa” que le metió.
Pero sin duda, lo que más me impactó
y se me quedó grabado de este día fue ver a una persona subir un duro puerto
sobre su bicicleta de montaña pedaleando, con esfuerzo titánico, solamente con
la pierna izquierda pues la derecha la tenía amputada. ¡¡¡Ole sus cojones,
pundonor, fuerza de voluntad, etc., una y mil veces!!!
La
grandiosa ruta del
Valle del Pineta me
enseñó, sin duda,
que debo aprender a
llevar la bicicleta
sobre mis hombros. Subir
200 metros de desnivel
empujando la bici
a través de un sendero pedregoso
requiere una técnica
que he de depurar.
(O dejo de salir
con Ramón, que también
es otra opción).
Muchísimos
más recuerdos se agolpan
en mi memoria. Recuerdos
que, seguramente, se
irán rememorando en
sucesivas reuniones
gastronómicas y rutas
beteteras.
Llegamos
a Logroño con lluvia
y bajas temperaturas.
Es curioso, hemos tenido
que venir de los
pirineos para ver
llover y pasar frío.
Y
aquí damos por finalizado
nuestro viaje del
que acabo muy satisfecho,
habiendo superado con
nota (creo) mi bautizo
barra estreno en la
modalidad betetera de
enduro y orgulloso,
como no, de haber
sido nombrado limpiador
oficial de gafas.
Han
sido unos intensos días
disfrutando de paisajes
increíbles, rutas espectaculares,
risas, muchas risas y,
sobre todo, de unos
compañeros extraordinarios.
Compañeros con los
que, os aseguro, la
diversión está garantizada.
Y
ya que empecé esta
extensa (pido mis
disculpas) crónica con
un proverbio, quiero acabarla
con una cita del
moralista francés Nicolas
Chamfort:
“El
día peor
empleado es
aquél en
que no
se ha
reído”.
FOTOS AQUI:
Y AQUI:
4 comentarios:
Después de releer las crónicas varias veces y ver las fotos y vídeos, uno no se acuerda del sufrimiento pasado en las rutas sino sólo de los buenos momentos vividos.
Gracias amigos!! Nos vemos en la próxima.
Yo también me lo he pasado genial y espero que volvamos a coincidir en alguna de estas rutas veraniegas.
Un placer compartir con vosotros estos 5 días.
La verdad que lo pasamos genial...
espero que otro año podamos coincidir y disfrutar como tanto hemos disfrutado amigos....
saludos
mon
Menudos cinco días. Todo inmejorable, la compañía, las bicis el entorno.....SE mecaen las lágrimas al ver fotos y videos
Saludos Tate
Publicar un comentario