viernes, 24 de julio de 2009

Orisón – Puente la Reina



Domingo, 02 de Agosto de 2009


Crónica por Jorge “Abuelo Cebolleta”

Etapa 10

Orisón – Puente la Reina

Distancia: 90Kmt.

Distancia Acumulada: 860Kmt.

Altura Máxima: 1437Mts.

Altura Mínima: 362Mts.

Desnivel acumulado ascendente: 1586Mts.

Desnivel acumulado descendente: 2020Mts.

Tiempo de pedaleo: 06h48m

Tiempo Total de la etapa: 11h00m

IBPindex: 139.00

Parte 1: Orisón – Alto de Lepoeder – Roncesvalles

Después de una agradable fin de jornada en el aislado albergue de Orisón, amenizado por el grupo de italianos, nuestra nueva amiga iraní-britanica-caribeña-yyoquesemas, y el infatigable grupo OR – sección “Grandes aventuras en BTT”- donde acabamos haciendo la ola en la cena, acabamos con el vino y acabamos muertos de risa, toca regresar a nuestra habitación-tendedero, junto al compañero que metieron a completar la litera (pobrecito, no sabe donde se ha metido, con lo que se tose por aquí, y no por catarro).

La noche es húmeda y fría. Amanece con más frío y niebla-llovizna. No apetece nada. Desayunamos, compartiendo todo entre nosotros (o sea, oveja que bala, bocado que pierde).

No sabemos si esperar, si salir ya, si ponernos el chubasquero o el culotte corto, si….

Al final desaparecemos entre la niebla, difuminados por una ligera llovizna.

La pendiente de salida es bastante fuerte, mas de un 10%, y sin calentar, por lo que salimos tranquilos, es decir: “Maricón el último”, y ese otra vez vuelvo a ser yo.

Y empieza la crónica desde la cola del pelotín. La subida la voy haciendo tranquila, dejando que los maltrechos músculos se vayan adaptando al esfuerzo. A mis cuatro compañeros los pierdo de vista en la misma salida, debido a la diferencia de ritmo y a la espesa niebla que nos rodea. Esta se va disipando poco a poco, conforme se gana altura, y los paisajes empiezan a ser impresionantes.

Los verdísimos prados, con colores intensificados gracias a la humedad, salpicados de caballos, vacas y ovejas, los jirones de niebla cubriendo el fondo de los valles, los caseríos y corrales aislados en lugares imposibles,…, la soledad y el silencio que lo cubre todo, hace que sean momentos realmente mágicos. Poco a poco voy alcanzando a algunos piedegrinos que salieron antes que nosotros.

Después de sobrepasar el cruce que lleva a un promontorio con una Virgen, y que no he visitado, noto que por detrás viene alguien. Pero si es Diego, ¿de donde ha salido?. Ha debido ir a hacer una parada técnica. Subimos juntos hasta llegar al punto donde se acaba el asfalto y debemos tomar un camino entre los prados, embarrado y empinado, que se dirige a un paso rocoso hacia la derecha.

Allí nos están esperando muy abrazaditos Juan y Víctor (ellos sabrán por qué, ese repentino ataque de amor), y Jesús a lo suyo.

Nos metemos en faena por el camino, que se va poniendo difícil. Ahora vamos todos juntos, hasta llegar a una fuente en la que nos avituallamos.

Estos últimos días se iba notando en el ambiente, que la gran batalla sería la ascensión a Roncesvalles, al Collado Lepoeder, mayor dificultad de todo la ruta. Desde la salida algunos andaban bastante nerviosos, por la “gran etapa”, no se en que posición iba cada uno en su batalla particular, ya que yo soy el farolillo rojo y no me precupaban estos asuntos. Pero el momento se está acercando, los nervios a flor de piel, las miradas furtivas, como que no pasa nada, pero ahí está, esperando a pocos kms. No sabemos cómo estará de embarrado el camino ni lo duro que será la subida, pero la tensión va aumentando, ninguno parece querer ser el primero en partir.

Como a todos nos gusta ser protagonistas cuando podemos, aprovecho que el camino comienza llano y técnico, con bastante barro, charcos y rodadas. Paso a la cabeza con Juan, empezamos a tirar, los demás nos siguen. Empezamos a apretar más. Me estoy divirtiendo, estoy gozando controlando la situación, estamos en mi terreno. Nos quedamos en cabeza Juan y yo. Entramos en una cuesta abajo muy resbaladiza tapizada de hojas de haya, barro y rocas. Ataco, algunos se ponen muy nerviosos por detrás (ahora va a venir este y me va a joder la etapa reina, después de estar todo los días machacando). Las diferencias van aumentando, el bosque cada vez mas tenebroso, la niebla mas espesa, el suelo mas embarrado, la visibilidad es escasa, la fatiga creciente.

El desnivel empieza a cambiar, algunos pasos mas técnicos en subida, y de nuevo subida fuerte, todavía dentro del bosque. Parece un atardecer en un bosque centroeuropeo, la frondosidad del hayedo, la tenue luz, todo rodeado de musgo, hojarasca,…, lugar idóneo para presentir, para creer, en espíritus o fantasmas. Y según parece, como las meigas, haberlos ahílos.

Todo vuelve a su ser, la subida pone a cada uno en su sitio, Juan en cabeza (aunque eso no es lo que pasaba por su cabeza), detrás Víctor y Jesús, mas atrás Diego, y al final el farolillo rojo. Fue bonito mientras duró.

Poco después de reiniciarse el ascenso el bosque deja paso de nuevo a prados y espacios mas abiertos, hasta coronar el collado, donde en la otra vertiente aparece de nuevo el bosque y con una frondosidad apabullante.

Mis compañeros llegan al puerto antes que yo y “despistados”, apenas se detienen (salvo Diego que para a ponerse el chubasquero). Aparecen varias posibilidades, una carreterita que cruza el camino, y que por la derecha lleva hasta el Puerto de Ibañeta, o seguir de frente por el sendero, que en técnico y revirado descenso llega a Roncesvalles.

Juan parece que sigue el sendero, y desciende como “alma que lleva el diablo”, entre sorprendido, cabreado, asustado, extenuado y unos cuantos adjetivos mas que él definiría con mas exactitud.

Victor, Jesús y Diego también bajan por el sendero, pero yo eso no lo sabía, ya que al llegar arriba me encuentro solo y no tengo la certeza de por donde han ido ellos. No se ve muy clara la entrada al sendero, pero por intuición, y porque nos vamos conociendo, empiezo a bajar suponiendo que han tomado esa ruta. El sendero es muy técnico y divertido, cubierto de hojas de haya y bastante húmedo. Disfruto bastante, aunque estoy un poco preocupado (alguno lo debía estar bastante mas) ya que no estoy seguro de que mis compañeros estén haciendo la misma ruta que yo, y que me estén esperando en otro lugar. Después de un rato descendiendo los veo a lo lejos e intento alcanzarlos.

Llego a su altura y se sorprenden de verme. Juan debe estar ya en Roncesvalles y ha llamado preocupado, pensando que yo ya tenía que haber llegado, pero no era así. Ellos pensaban lo mismo. No se porqué. ¿Habrán visto algún fantasma? Estos bosques invitan a las alucinaciones.

El descenso se hace largo. Pensaba que había menos distancia entre el collado y la Colegiata y a veces dudaba si iba por el itinerario correcto.

Por fin, Roncesvalles: OBJETIVO CUMPLIDO. Aún queda llegar a Logroño, pero para mí, la parte que más me apetecía, y el objetivo prioritario ya están hechos.

Son las 11,30. Después de varios “¿pues donde estabas?”, “pues yo creia que”, “no entiendo nada”, “ya nos contarás”, etc decidimos ir al bar a comer algo, aunque no tenemos claro si es almuerzo o comida, si seguimos con horario francés o nos reincorporamos a nuestro horario habitual.

Sellamos, charlamos con los hospitaleros, que nos hacen rellenar un impreso con todos nuestros datos.

Visitamos rápidamente La Real Colegiata, que fue construida en 1219 por orden de Sancho el Fuerte, vencedor de la Batalla de las Navas.

Al llegar a Saint Jean Pied de Port ya percibimos el comienzo de lo que se nos avecinaba, la masificación del Camino, la muchedumbre que lo consume como si de cualquier otro producto de moda se tratara. Aquí en la colegiata empieza a ser más evidente y a lo largo de ésta y la siguiente jornada llegará a ser muy agobiante.

Parte 2: Roncesvalles – Puente La Reina

Salimos por el bello sendero que parte por el lado derecho de la carretera. Vamos todos juntos hasta la bonita población de Burguete, y mas adelante Espinal. Ambos son pueblos de recios casones de estilo pirenaico, con fachadas blancas, piedra de sillería y balconadas, puertas y ventanas de madera pintada de rojo o verde.

Ascendemos el alto de Mezquiritz, que es corto y no tiene excesiva dificultad. La bajada se va poniendo bonita, primero por camino amplio, para mas tarde convertirse en senda difícil, con bastantes piedras y roderas hasta alcanzar de nuevo la carretera, donde inmediatamente comienza de nuevo la senda, esta vez en subida. Como esto de bajar me gusta, me empleo a fondo y me separo de mis compañeros. Saco un poco de ventaja, así que espero al comienzo de la subida en posición típica: cuclillas y palito en la boca (casi 1 metro). Después de algún gruñido de imposible traducción -“Mecagüen el cabrón este que me tiene hasta los cojones”-, retomamos la ruta. La senda sale de nuevo a la carretera y seguimos por ella para alcanzar el puerto de Erro por asfalto, ya que se presume que por senda será complicado y aún nos queda mucha etapa. Otra vez igual, se pone cuesta arriba y, el ejército de Pancho Villa. Subimos Erro como podemos: Juan como si fuera cuesta abajo, Jesús y Víctor a por él y Diego y yo con el coche escoba.

Ya estamos arriba, se ha hecho mas duro y largo de lo que esperaba, pero la recompensa está esperándonos: una bajada que me encanta. Pista ancha al principio, para ir incorporando más y más pasos técnicos cada vez y convertirse al final en una especie de montaña rusa. La pena es que hay tanto caminante, al que educadamente respetamos, avisamos y cedemos el paso si es necesario, que no llegamos a disfrutar de un ritmo constante de bajada.

Siguiente población Zubiri, a la que se entra cruzando el puente gótico de la Rabia, que afirma la tradición quita la rabia de los animales si dan tres vueltas al pilón central de su arcada (creo que deberíamos haberlo hecho, por lo menos yo). Estaban en fiestas y había mucho ambiente.

A partir de aquí sufro un episodio de amnesia y no recuerdo nada hasta Pamplona, pero supongo que alternaríamos tramos de camino donde acabaríamos agotados de sortear peregrinos con tramos de asfalto donde se iría a un ritmo endiablado, pero lo que si recuerdo es que todavía no sabía si acabaría durmiendo con mis compañeros al final de la etapa. A Pamplona entramos siguiendo todo el paseo del río Arga, que da vueltas y más vueltas, haciendo interminable la llegada a la ciudad, que se encuentra unos 100 m por encima del río.

Una vez arriba nos dirigimos, por el parque de la Media Luna, hacia la plaza de toros, hacemos el recorrido del encierro al revés, entrando por C/ Estafeta, hasta la cuesta de Santo Domingo, pasando por la plaza del Ayuntamiento. Paseamos un poco por el casco viejo, Catedral, murallas, y ya satisfechos culturalmente nos encaminamos a satisfacer nuestras necesidades gastronómicas. Tras fallar en el primer intento de restaurante sugerido por Juan, y desechar comer de pinchos, acabamos en un restaurante frente a la Clínica Universitaria, abarrotado de gente y que tardan en servirnos, pero donde comemos bien.

El horario no es el previsto y hay algunos nervios, todavía tenemos que pasar el Alto del Perdón y llegar a dormir a Puente La Reina, así que salimos pitando.

Cruzamos Cizur y tras un poco de despiste alcanzamos el camino. Comenzamos a subir y de nuevo estampida, las posiciones se repiten. Juan en cabeza, Diego y yo cerrando grupo. Hace viento y el camino es pedregoso en muchos tramos, por lo que la ascensión se hace pesada, y eso que solo estamos en las estribaciones del puerto. Nos aproximamos a Zariegui y la pendiente aumenta, todavía queda bastante y atrás vamos muy retrasados. Sobrepasado el pueblo, el puerto se hace mas duro y hay tramos bastante difíciles e inclinados, pero gracias a otros biciclines que van delante, vemos por donde no tenemos que ir para no cometer el mismo error que ellos. Los adelantamos y seguimos hacia la cumbre. Una vez en la cima el viento es muy fuerte y desagradable, así que nos abrigamos, fotos reglamentarias y para abajo.

El comienzo del descenso es muy peligroso, de piedra suelta con gran inclinación. La verdad es que se disfruta poco y se arriesga mucho.

Uterga, Muruzábal y Obanos, son las próximas localidades de paso. Algunos tramos de camino muy agradables, pero el viento y el cansancio se empiezan a notar. Muchísimos peregrinos a pié, que hay que ir sorteando, ya que no es conveniente atropellarlos.

Obanos, bonito pueblo, de lejanos recuerdos, y puñetero repecho para llegar a él.

Ultimo tramo por senda entre fincas de regadío para alcanzar el destino, el refugio de peregrinos habilitado en el hotel Jakue, a la entrada del pueblo.

Esta población debe su nombre al puente edificado por doña Mayor de Navarra en el siglo XI, para facilitar el paso a los peregrinos, y gracias a él, mañana, podremos cruzar a la otra orilla sin mojarnos los pies.

El hotel-albergue está a tope, menos mal que hemos reservado por la mañana (siempre hay gente que piensa en la intendencia y Juan parece que tenía “cierta amistad” con la chica del hotel).

Así como en Francia los peregrinos en bicicleta eran inexistentes, aquí eran multitud, y gracias a ello había mangueras para lavar las bicis, lugar donde guardarlas (aunque lleno),...

Labores de intendencia, soltar alforjas, lavar bicis, que están llenas del polvo, colocarse en la habitación, etc.

Desde Erro hasta aquí cada vez estaban mas polvorientos los caminos ya que la zona es mas seca y el número de peregrinos, y por tanto la erosión, mucho mayor. Hay tramos del camino que parece un surco de donde no puedes escapar.

No se como están los demás, pero yo he llegado machacado, la etapa ha sido dura, con tres puertos importantes: Lepoeder, Erro y Perdón, otros menores como Mezquiritz e infinidad de repechos.

Una vez apañadas las bicis vamos a apañarnos nosotros. La habitación está en el sótano del hotel, con un pequeño ventanuco cerca del techo, con 5 literas y un buen baño. Inadecuada como habitación de hotel, pero suficiente como albergue.

Al llegar nos encontramos a dos piedegrinos que ya ocupan la habitación. Nos acomodamos y preparamos para ir a la ducha. Encima de la puerta del baño hay una pequeña caja negra, en la que tras darle a un botón empiezan a aparecer imágenes y sonidos estridentes. ¡¡Ah coño, si es una tele!!. Ya no nos acordábamos de que era esto.

Se pone el canal de videos de los 40 principales y empieza el que probablemente haya sido el momento más entrañable y emotivo de todo el viaje. Llevamos ya 10 días 10, compartiendo alegrías y penas, rarezas y virtudes, sudor y lágrimas, y hemos tenido un poco de todo, muy buenos momentos y también otros no tan buenos, pero al fin y al cabo seguimos siendo grandes amigos y hemos disfrutado de una acumulación de experiencias que difícilmente olvidaremos.

Bueno, pues ahí estábamos a lo nuestro, preparándonos para ir a la ducha, cuando aparece en pantalla Paulina Rubio y su conocido y pegadizo tema. Como si de un efecto reflejo se tratase comenzamos a bailar y a hacer el trenecito por la diminuta habitación. Unos en calzoncillos, otros ni tan siquiera en calzoncillos, cada uno como le pilló el momento. El trenecito bien coordinado, pierna derecha arriba y cabeza a la derecha, cambio de pierna, y así hasta terminar muertos de risa. Si se creen tan duros para poder evitar seguir el ritmo, pinchen en el enlace:

http://www.youtube.com/watch?v=8-B0-lXvjO8&feature=fvw

Todavía me río furtivamente cuando oigo la cancioncilla. Será una de las claves de este viaje, junto a la “ovejjjha” de Celine y sus reconfortantes cervezas (he dicho cervezas, ¿en que estabais pensando?), el “abreconejo” o la maravillosa comida en el chino de Decazeville.


FOTOS AQUÍ

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La espera ha merecido la pena.
Gracias Jorge y gracias a todos por haberme hecho pasar una agradable mañana de este primer día del año 2010 leyendo vuestras crónicas y recordando ya episodios olvidados de este agridulce (como diría Diego) viaje.
Un abrazo,
Juan

P.D.: Jorge, me quedan dudas de que la etapa de Sant Jean Pied de Port fuese como la cuentas. No obstante, si tu quieres que sea así, pues así será.

Anónimo dijo...

¿Que pasa con la última etapa?
su