sábado, 25 de julio de 2009

NAVARRENX – ALBERGUE D’ORISSON


Sábado, 01 de Agosto de 2009

Crónica por Diego “Carraspanabike”

ETAPA 9

NAVARRENX – ALBERGUE D’ORISSON

Distancia: 64Kmt.

Distancia Acumulada: 770Kmt.

Altura Máxima: 807Mts.

Altura Mínima: 74Mts.

Desnivel acumulado ascendente: 1475Mts.

Desnivel acumulado descendente: 838Mts.

Tiempo de pedaleo: 04h37m

Tiempo Total de la etapa: 08h04m

IBPindex: 119.00

Ayer no funcionó la secadora. Un pequeño “pero” a este gité que, por lo demás, está bastante bien. A pesar de haber tendido la ropa ayer por la noche, comprobamos que está muy húmeda, lo que supone un riesgo si hoy nos llueve y no podemos secar tampoco la ropa. Pero la mañana está muy despejada y las predicciones hablan de buen tiempo.

Estamos en el país Vasco-Francés y se nota en la actitud de las personas, los horarios de los restaurantes, la arquitectura de los edificios, los carteles en francés y en euskera, los Pirineos a lo lejos (aunque bastante más cerca que ayer, que fue el día en el que los vimos por primera vez desde que salimos de Le Puy hace ya 8 días).

Después de desayunar de forma contundente (pizza, pan con mantequilla y mermelada, tarta de manzana y café) iniciamos esta etapa en principio corta (63 km) pero con la duda de cómo llegaremos al final para afrontar el ascenso de 600 metros que hay desde Saint Jean Pied de Port hasta el refugio de Orisson.

Salimos de Navarrenx cruzando el río salmonero. El objetivo para hoy, los Pirineos, está a la vista, pero aún parece muy lejano. El paisaje ha cambiado ligeramente y empiezan a ser frecuentes las viñas, que alternan con prados de forraje y maizales. Los caminos están generalmente asfaltados, aunque en ocasiones rodamos por sendas .

Sorprendentemente, después de no ver ningún animal salvaje cuando cruzábamos el macizo central, hoy se nos han cruzado dos corzos en el camino, estando Víctor a punto de chocar con uno de ellos bajando a toda velocidad hacia Cherbeys. Por otro lado, yo estoy a punto de atropellar a un pollo que eligió el lado incorrecto para escapar…

Durante varios kilómetros seguimos lo que en su día fue el trazado del ferrocarril, aprovechando para rodar a buen ritmo. Tras salirnos por una senda llegamos a Aroue, donde paramos junto a un Chateau muy bonito para decidir por dónde seguir, si por carretera o por el camino, aprovechando para hacer una de esas fotos inclinadas que tanto le gustan a Víctor.

Optamos por seguir el camino, salvo cuando éste da un rodeo que suponga subir una loma por un lado y bajarla por el otro cuando haya una alternativa que nos evite el desnivel, lo que ocurre en varias ocasiones. Aun así, nos metemos entre pecho y espalda varias subidas que no se hacen muy duras porque la mayoría de los caminos están asfaltados.

Aprovechamos un momento de descanso tras subir una de las muchas lomas para darnos crema porque el sol empieza a calentar de lo lindo. Después de la sesión de belleza y de estar todos muy guapos iniciamos el descenso y llegamos a Larribar, donde contemplamos un grupo de secuoyas y unas truchas en el río.

Llegados a este punto, no podemos resistir la tentación de continuar por carretera y evitarnos un montón de cientos de metros de desnivel y kilómetros de rodeos absurdos. Paramos en Larceveau el tiempo justo para comprar una tarta de manzana que tardamos más en partirla que en comerla. Y así, sin entretenernos más de lo necesario, reemprendemos el pedaleo.

Con los Pirineos a la vista ya muy cerca rodamos a buen ritmo. Nos sorprende el respeto que los franceses tienen por los ciclistas y que, incluso en una carretera de cierta importancia como por la que vamos, no tienen inconveniente en ir detrás de nosotros hasta que pueden adelantarnos por el carril izquierdo, dejando todo el carril para nosotros.

Tras coronar un pequeño repecho ya es todo bajada hasta Saint Jean Pied de Port. Paramos a la entrada del pueblo para comprar comida, momento que algunos aprovecha para echar un sueñecito. Como apriete mucho el calor decidimos comer en banco a la sombra de unos árboles. Tenemos que reponer fuerzas para afrontar el cuestón que nos queda.

Después de comer subimos a ver el pueblo, donde cogemos agua y aprovechamos para sellar nuestras credenciales en la oficina del peregrino . Después de tantos kilómetros de pueblos solitarios, caminos casi desiertos, ciudades tranquilas, el bullicio de Saint Jean Pied de Port resulta chocante. La oficina del peregrino se parece a la delegación de Hacienda en temporada de Renta, con un montón de mesas y un montón de peregrinos preparándose para empezar el camino de Santiago.

Salimos del pueblo por la puerta que da al Sur y nos enfrentamos, por fin, a los últimos kilómetros por suelo francés. Nos despedimos así de este importante país y de esta buena gente y empezamos la ascensión. Alguien hace un comentario sobre las nubes que vienen del Oeste y avisa que en Pirineos el tiempo puede cambiar radicalmente en poco tiempo, pero el calor hace que los demás no le den crédito.

Las primeras rampas son durísimas, de tal manera que antes del primer kilómetro ya hemos ascendido bastantes metros. Afortunadamente la temperatura ha bajado ligeramente y unas nubes han tapado el sol; por lo visto no vamos a achicharrarnos en la ascensión.

Cada uno nos marcamos nuestro propio ritmo, sin referencias, sin piques, solos con nuestro propio sufrimiento. Por delante los de siempre, Juan, Víctor y Jesús nos sacan bastante ventaja a Jorge y a mí, hasta tal punto que pronto dejamos de verles. Por el camino nos vamos encontrando a una pareja de peregrinos descansando a la sombra de un árbol; ella está haciendo el camino con una bici igual que la que tuvo Jorge cuando era un chiquillo (con unos desarrollos de no te menees) y él carga en sus alforjas con el equipaje de los dos. Resultado: los dos reventados.

Durante el ascenso hay un par de tramos de unos 200 o 300 metros de ligero descenso que nos permiten recuperar algo, pero el puerto no da tregua y en seguida vuelven las rampas de vértigo. Cuanto más alto estamos más baja la temperatura y, al llegar a una zona desprovista de árboles, empieza a soplar un viento fresco del Oeste. Pese a que les avisé de que llegados a un punto hay dos opciones, una para los que van andando (senda con mucha más pendiente) y otra para los ciclistas (seguir por la carretera), y que debían seguir por la carretera, alguno se mete por la senda, lo que provocó sonoras carcajadas en el resto cuando nos enteramos.

Jorge y yo no vemos a los de delante ni siquiera cuando la carretera hace una revuelta con mucha visibilidad.

Lo que sí que vemos son los nubarrones que se van acercando y que no dejan lugar a dudas de que se está preparando una buena tormenta. El viento arrecia, la temperatura cae en picado y empiezan a caer las primeras gotas. Continuamos pensando que quizá nos dé tiempo, pero de repente empieza a diluviar. Nos refugiamos bajo un árbol para ponernos los chubasqueros y cubrir las alforjas para que no se mojen. Una vez abrigados continuamos subiendo durante 250 metros solamente porque en seguida viene una bajadita y llegamos al refugio en medio de un aguacero. Los de delante no se han mojado, pero nosotros nos hemos empapado.

Entre la ropa que traíamos mojada de ayer y la que se nos ha mojado hoy, preparamos en la habitación un tenderete que parece una película italiana de los años 50.

Una vez duchados hacemos tiempo hasta la hora de la cena tomando una cervecita satisfechos y disfrutando del paisaje que se ve desde la terraza. Gracias a que tuvimos la precaución de reservar habitación pudimos dormir en el refugio y no en las tiendas ya que no paró de llover en toda la noche y los de las tiendas no pegaron ojo. Afortunadamente, a última hora pudimos meter las bicis también en el refugio.

Tras la foto de rigor a las 18:30 entramos a cenar con un hambre de lobos, y nos pusimos literalmente morados de comer y beber. Después de la cena, un paseíto para bajar la comida y un poco de tertulia. La foto de rigor con Roxanna, una peregrina que conocimos ese día y a la cama a descansar, que nos lo merecíamos.


FOTOS AQUÍ

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